Seguramente estarías mejor en un piso con tus amigos poniendo tus temazos.
Pero por desgracia el proceso evolutivo y las conductas establecidas como socialmente aceptadas implican tener que entrar en un espacio oscuro con música que agrade a la mayoría y pagar por la destrucción de tu hígado discoteca.
Sábado. Decides salir de fiesta con tus coleguitas para ojear el ambiente. Entras a dos o tres sitios. Nada nuevo. En el tercero están poniendo las mismas puñeteras canciones que en los dos anteriores. ¿Acaso hay una playlist común para todos estos antros?. Te paras a reflexionar - mientras contemplas a dos tías bailando la canción de Despacito de Luis Fonsi. El temazo de este verano- sobre cómo pueden aguantar los camareros tanto tiempo viendo mierda. Y soportando diarrea auditiva (proveniente de la música y de la gente).
Con suerte abrirá la discoteca donde ponen algo mejor y menos comercial. Y si tienes aún mas suerte, no tendrás que gastarte 15€ por cruzar una puerta (más bien por evitar una paliza de un portero). Seguramente estarías mejor en un piso con tus amigos poniendo tus temazos. Pero por desgracia el proceso evolutivo y las conductas establecidas como socialmente aceptadas. Implican tener que entrar en un espacio oscuro con música que agrade a la mayoría y pagar por la destrucción de tu hígado.
Salir de fiesta es la forma más recurrente de relacionarse entre los jóvenes. Y si la banda sonora de este ritual es el trap latino, el resultado son niñas de 12 años haciendo musicallys con canciones en versión Alvin y las Ardillas discoteca.
Lo importante no es la música, son las cachorras - asegura un cliente habitual de uno de estos espacios.
La falta de diversidad musical en las discotecas de moda está educando a los jóvenes. Para que canten a pleno pulmón frases como "tú eres mía baby", "ese tremendo culo que tienes bombón" o "si me dices que sí, yo te la echo" , entre otras. Sigilosamente las consecuencias de este tipo de lenguaje en las canciones de cada sábado se implantan en las mentes de la juventud poco a poco. El machismo, la posesividad, el sexo y las drogas infectan las canciones que más suenan en cualquier garito comercial. Las víctimas son cada vez más jóvenes.
Mi hija no puede parar de grabarse con el móvil mientras pronuncia frases obscenas y hace movimientos muy extraños.
He intentado hablar con ella, pero me dice que "no me raye". Que es un vídeo llamado Musically y que no pasa nada - nos comunica una madre preocupada por el comportamiento de su hija de 11 años. Discoteca.
Esta forma de relacionarnos está cambiando con las nuevas generaciones. El tiempo de ocio se convierte en autodestrucción. Este río de caos y trap latino desemboca en los chavales con un altavoz más grande que su cabeza. Que van por cualquier sitio en el que se les pueda oír poniendo a Bad Bunny y Ozuna. Mientras sus coleguitas beben vodka de piruleta y se magrean.
Así fue la respuesta de un chaval de 14 años al preguntarle si creía que él y sus amigos molestaban a alguien con sus rituales.
"Este tipo de reuniones suelen acabar a las 10 de la noche, ya que los críos vuelven a casa para no ser castigados. Temen el castigo de sus padres , pero no sustancias como la cocaína"- nos explica un experto en comportamientos sociales.
No sabremos cuando acabará esta tendencia ni cómo. Lo que sí esperamos es que sea pronto. Hasta entonces, tendremos que conformarnos con el garito de mala muerte donde ponen algo más acorde a tu gusto. O el sitio que te renta si vendes a tu propio hijo para poder ir a menudo. Quizá, con suerte. Algún día regresemos al pasado, sin Instagram y Luis Fonsi. Y el primer sitio en el que entres sea donde te quedes.

Cervatillo indefenso acercándose solo a la barra