Horóscopo o religión ¿En qué crees en 2021?

Desde el punto de vista sociológico la religión no es una creación divina, sino social. Una producción humana atravesada de factores sociales, políticos, económicos y simbólicos

4 junio 2021 ·
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Imagen vía Hearstapps

Todas las religiones son productos sociales con funciones sociales. Construyen un ideal colectivo que genera cohesión social, regulando la relaciones sociales y los vínculos que se generan en ellas. Lo que dota de fortaleza vital con la idea central de un alma de colectividad. Ha sido producida por la sociedad y, por ende, por agentes sociales: los seres humanos. Es la sociedad la que crea los dioses y produce la religión. Desde el punto de vista sociológico la religión no es una creación divina, sino social. Una producción humana atravesada de factores sociales, políticos, económicos y simbólicos. La religión es un hecho social. Es real y palpable desde el momento en el que un grupo amplio de individuos sacraliza una deidad, rindiéndole culto en el seno de una comunidad moral. Pero, en el mal llamado Occidente, han surgido equivalentes laicos que desplazan lo divino para secularizar lo sagrado.

La religión crea un orden de sentido. Produce un nomos y un cosmos, normas y valores en virtud a una cosmovisión compartida, frente al estado de caos y anomía, el desorden y la desestructuración social que conduce al suicidio social. Para generar cohesión social la sociedad recurre a lo sagrado. Se dan explicaciones que doten de esperanza a problemas reales y profundos, como la muerte. Además, tratan de dar respuesta al sufrimiento, paliándolo.

La religiones son un constructo social atravesado por condicionantes políticos, económicos, sociales y simbólicos.

Hemos sido socializados en la creencia de que las religiones desaparecían, pero ni mucho menos. Es un punto de vista eurocéntrico. Las religiones en el mundo no están desapareciendo, todo lo contrario. Cada día hay más creyentes. El proceso de secularización es, principalmente, europeo. Además, las funciones sociales de la religión siguen estando en nuestra sociedad, pero son realizadas, en su mayoría, por equivalentes laicos. La expansión del islam y el budismo en Occidente es un ejemplo de ello. Son globalizaciones “alternativas” a la hegemónica, están en el proceso de globalización. Donde en Europa, en el caso del budismo e hinduismo, se han tratado de secularizar determinadas prácticas, como el yoga o la meditación. De hecho, el concepto de karma emana del budismo e hinduismo.

La religión, entendiéndola con una definición restringida o específica, es la creencia ritualizada en seres místicos y/o divinos sacralizados, sean dioses o no, así como en la transcendencia a una dimensión superior distinta a la nuestra tras la muerte, la vida después de la muerte. Sin embargo, en nuestras sociedades secularizadas, la función social de la religión la realizan los equivalentes laicos: aquello que no es explícitamente religión, pero que realiza las mismas o similares funciones sociales que han realizado las religiones.

La secularización no es erradicación de la religión, sino una transformación de lo sagrado. En Occidente, específicamente en Europa, lo sagrado ha dejado de ser la religión propiamente dicha y han pasado a serlo los equivalentes laicos: el deporte, concretamente el fútbol; el culto al cuerpo; la música; y otra serie de creencias cuasi-religiosas que se encuentran encuadradas en la esfera de la pseudociencia, como, por ejemplo, la astrología.

Los equivalentes laicos son sacralizaciones no religiosas que sustituyen las funciones sociales de la religión.

En este último aspecto, la astrología, merecería un artículo aparte. Con el sistema capitalista y la mercantilización de todo, el horóscopo se ha convertido en una estafa. Detrás de muchas de las miles de páginas webs sobre horóscopos, las cuales dicen una cosa diferente porque están escritas por personas diferentes de carne y hueso, existen inmensos ingresos que se transmiten a través de la publicidad. Sueltan una inmensa cantidad de características y rasgos con los cuales la persona se puede sentir identificada. La identificación con uno o dos rasgos es suficiente para convencer e ignorar la no identificación con el resto. Pura psicología.

Las evidencias que echan por tierra estas formas cuasi-religiosas son abrumadoras, como el efecto Forer, sesgos de confirmación, memoria selectiva y el sesgo cognitivo de las explicaciones causales. Como entretenimiento tiene una utilidad social, lo peor es cuando la creencia en las pseudociencias condiciona tu vida y las relaciones sociales. O cuando en algunos casos se pone en peligro al mundo. Al universo le somos indiferente, nuestro devenir está determinado por la casualidad, la aleatoriaedad, la causalidad, los efectos climáticos, el nivel socioeconómico, el contexto sociocultural, la región de nacimiento, la personalidad del individuo, etc.

La astrología no solo carece de evidencias, sino que hay múltiples pruebas empíricas que la anulan.

Una dimensión imprescindible a tener en cuenta en lo que a la sociedad se refiere es la dimensión simbólica. Estamos plagados de simbología. Una bandera, un himno, el logo de un partido político, el escudo de un equipo de fútbol, el logo de Correos. Todo son símbolos. La simbología permite que la sociedad se represente a sí misma. Y la religión está cargada de simbología. Y la simbología está sacralizada. Por ello, en algunos países quemar una bandera, criticar a la Corona o escupir sobre una cruz puede llevar a la cárcel.

Sin embargo, la religión no ha sido protectora de derechos humanos, más bien lo contrario. Las resistencias de las religiones hegemónicas a la apertura a los valores democráticos tiene un largo historial. Cambiar progresivamente, mediante la cultura, educación y juicio crítico, la religión como el garante de la cohesión social y desplazarla gradualmente a la residualidad significaría dotar de una perspectiva racional a una sociedad a la deriva y de hacer pisar la realidad a millones de personas que depositan sus esperanzas en una nube, en una deidad que solamente está en el imaginario social de un colectivo, no en la realidad de los hechos.

Las religiones hegemónicas nunca han sido protectoras de los Derechos Humanos, todo lo contrario.

A Dios lo ha creado la sociedad humana, sin ningún tipo de divinidad. Dios es un constructo social, no tiene sitio real en un mundo donde su presencia ha quedado en evidencia como inexistencia empírica. Esta afirmación es comprometedora y resulta ofensiva para muchos y muchas. El problema es que se ha dotado a la religión de un carácter de inmunidad. La religión es una ideología y toda ideología debe ser sometida a análisis. Todo el mundo tiene el derecho a blasfemar y burlarse de una religión.

Tocar la religión para muchos puede ser una línea roja, incluso entre agnósticos y ateos. Esto es así porque desde los primeros procesos de socialización en la infancia nos han enseñado. Sobre todo a través de la cultura y la educación, que es una barrera intocable, no podemos cuestionar a Dios sin ofender a un creyente. Y esto debe acabarse. No existe el derecho a no ser ofendido. No hay que tener miedo a cuestionar el cristianismo ni el islam. El delito de ofensas a los sentimientos religiosos debe ser derogado del Código Penal. En aplicación de la doctrina de las Naciones Unidas y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

La religión es una ideología y toda ideología debe ser sometida a análisis.

El derecho a la libertad religiosa y de conciencia debe ser defendido, ya que todo el mundo tiene, o debería tener, la libertad de creer en lo que quiera, así lo recoge el Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Pero esto también requiere, y es compatible, con asumir que las religiones y otros equivalentes laicos pueden y deben ser analizados, criticados y cuestionados, e incluso ridiculizados, en el ejercicio también de los derechos reconocidos en la misma Declaración, concretamente en el Artículo 19. Sostener como proyecto la progresiva desaparición de la religión, cagarse en Dios o Allah y que otros crean en Jehová o cualquier otro dios debe ser compatible entre los seres humanos de las sociedades democráticas.

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